Por: Jonathan Muñoz
Por: Jonathan Muñoz

Y nos acercamos al final de la serie de televisión más sintonizada de HBO –Game of Thrones– dejando a todos sus seguidores en suspenso por su tercer episodio estrenado la noche del domingo y es que nadie se imaginaba lo que acontecería. ¡Advertencia de spoiler!

El Rey de la Noche ataca Winterfell con todo su séquito de muertos, quienes logran ingresar al Castillo, muriendo miles de personas en batalla. Los fans estremeciéndonos con las muertes de: Edd, Lyanna Mormont, Beric, Jorah Mormont y Theon; todo indicaba el fin del Norte.

Y, faltando pocos minutos para que culmine el capítulo, el Rey de la Noche intenta acabar con Bran, cuando de pronto aparece Arya lanzándose sobre él. Este logra cogerla del cuello –pensándo que la estrangularía– pero no, ella deja caer la daga que trae en su mano izquierda, y con la derecha la clava en el estómago del Rey de los Caminantes Blancos. Él se destruye y todo su ejército también.

Con este final de infarto del tercer episodio, los más fanáticos de la serie han denominado a Arya “La Heroína de Winterfell” y es que este título no solo se lo ha ganado por destruir al Rey de los Muertos, sino que también, por todo su empoderamiento durante el desarrollo de la saga.

Haciendo una reflexión a partir de los inicios de la serie, Arya Stark desde muy pequeña se mostró como alguien tenaz, fuerte y desafiante a los estereotipos de ser mujer. Como no olvidarnos cuando  le dijo a todos que no sería una dama que se sienta a bordar y a ser la señorita perfecta, ella quería aprender a pelear.

Matan a su padre, llenándola de dolor y promete venganza contra todos los que le causaron daño a ella y su familia. Fue prisionera, vio morir a sus amigos y escapó de asesinos. La vida la llevó a varios lugares, donde su entrenamiento la convirtió en una gran guerrera.

Arya reivindica a la mujer -ante una sociedad que las quiere calladas y sumisas- pues la serie replantea el rol de las mujeres, pasando de ser sometidas a ser lideres.

Por: Jonathan Muñoz